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9 de marzo de 2015

Baroja en la Biblioteca


Cartel de la alumna Gara R. Leyva, del Grado Superior de Estética,
 para la lectura de Baroja

El viernes 20 de este mes vamos a leer a Baroja en la Biblioteca. Pío Baroja es un novelista de la generación del -98 vasco que vivió prácticamente toda su vida en Madrid, desde donde se desplazaba temporadas a Londres y París. A estas ciudades les dedicó sendas novelas. Se cuenta de él que siempre iba tomando notas de todo cuanto veía y le interesaba en un pequeño cuaderno, y que posteriormente de esas notas salían algunas de las descripciones de sus personajes o lugares de sus novelas. Era por lo tanto un observador -un tanto solitario- de cuanto le rodeaba. Ha dejado una obra extensa que se sigue leyendo; una de sus novelas, El árbol de la ciencia, es lectura obligada en 2º de Bachillerato.


Os ofrecemos un fragmento de un cuento de Baroja, Elizabide el Vagabaundo. En él nos hace partícipes de sus impresiones de viaje y nos invita a compartir su visión del paisaje:

"La casa del boticario estaba a la salida del pueblo, completamente aislada; por la parte que miraba al camino tenía un jardín rodeado de una tapia, y por encima de ella salían ramas de laurel de un verde oscuro que protegían algo la facha del viento del Norte. Pasando el jardín estaba la botica.
La casa no tenía balcones, sino solo ventanas y estas abiertas en la pared sin simetría alguna: quizás esto era debido a que algunas de ellas estaban tapiadas.

Al pasar en tren o en coche por las provincias del Norte, ¿no habéis visto casas solitarias que, sin saber por qué, os dan envidia? Parece que allá dentro se debe vivir bien, se adivina una existencia dulce y apacible; las ventanas, con cortinas, hablan de interiores casi monásticos, de grandes habitaciones amuebladas con arcas y cómodas de nogal, de inmensas camas de madera; de una existencia tranquila, sosegada, cuyas horas pasan lentas, medidas por el viejo reloj de alta caja, que lanza en la noche su sonoro tic-tac.

La casa del boticario era de estas; en el jardín se veían jacintos, heliotropos, rosales y enormes hortensias, que llegaban hasta la altura de las ventanas del piso de abajo. Por encima de la tapia del jardín caía como en cascada un torrente de rosas blancas, sencillas, que en vascuence se llaman chomas (locas) por lo frívolas que son y por lo pronto que se marchitan y caen".
    


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